Historia del Vals
Originariamente, el vals, en alemán Walzer, que significa girar, deriva de los landler, danzas montañesas y rústicas del sur de Alemania y de Austria, bailadas, ya en los siglos XII y XIII, en un lento compás de tres tiempos, con las parejas que giraban, toscamente, en el sitio.
El landler se extendió por gran parte de Europa durante el siglo XVIII; pero únicamente en ambientes rurales, puesto que como baile "serio" estaba muy mal visto, y, al igual que otras danzas campesinas, era repudiado por la alta sociedad, pero con la revolución ideológica de finales del siglo XVIII, pasa a ser bailado por la burguesía y la nobleza en los salones más prestigiosos de Europa.
Con la introducción del landler en el ambiente urbano de Viena y otras ciudades, se produce una transformación, convirtiéndose en el vals que modernamente conocemos como vienés. Mantuvo el tempo ternario y su peculiar forma de bailar dando giros, pero también se introdujo un mayor refinamiento de las formas seguido de una reforma estructural. El nuevo vals, que nace como consecuencia de los cambios producidos en el mundo occidental, ya estaba preparado para conquistar las salas de baile más exquisitas de todo el mundo.
En este momento, cuando ya se pone fin a la etapa absolutista y la burguesía pasa a adquirir un papel muy importante a costa de la nobleza, la aparición del vals en la alta sociedad es la mayor revolución de toda la historia de los bailes. Que un hombre abrazara a una mujer por la cintura y bailaran ambos frente a frente, en posición cerrada, era algo jamás visto entre gente educada.
Las aprensiones y los prejuicios fueron superados y desde entonces el vals vienés nunca ha dejado de ser el baile de salón por excelencia, a pesar de los innumerables nuevos ritmos bailables, surgidos con posterioridad. Con su ritmo hipnotizador, lleva dos siglos cautivando al público y continúa siendo una tradición en las bodas. Es el número uno entre los bailes románticos, y su tradición se renueva todos los años, desde 1941, con el tradicional concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, seguido vía satélite por más de dos mil millones de personas.
Las primeras melodías de vals vienés datan de 1770. Fue introducido en París en 1775, pero transcurrió un cierto tiempo hasta que llegó a ser popular. En 1813, Mr. Byron condenó el vals vienés por ser un baile inmoral. En 1816 el vals vienés fue aceptado de nuevo en Inglaterra, pero aún había cierto rechazo hacia él en algunos sectores. En 1833, un libro de "buena conducta" fue publicado por la señorita Celbart, y, de acuerdo con éste, sólo se permitía a las mujeres casadas practicar este baile. Ella lo llamó "a dance of too loose character for maidens to perform" (un baile demasiado inmoral para ser bailado por señoritas).
El vals vienés debe su desarrollo a tres músicos austríacos, Johann Strauss padre, Josef Lanner y Johann Strauss hijo (al que apodaron como Schani, para distinguirlo de su padre), los cuales le dieron su típica forma vienesa, seductora y llena de brío. Con sus creaciones, el vals alcanzó una popularidad sin precedentes en todo el mundo.
Pero es quizás "El Danubio Azul", creada en 1867 por Strauss hijo, la obra cumbre del vals vienés. Una impresionante obra de la que, en ese mismo año, se editaron más de un millón de ejemplares y que, en 1899, todas las orquestas de Viena tocaron al paso del féretro de Johann Strauss.
Una forma más serena del rápido vals vienés se desarrolla en América alrededor de 1870. Originalmente recibe el nombre de Boston y se caracteriza por su lentitud. Eso permitió a los bailarines introducir un nuevo repertorio de figuras y elementos que no eran posibles de ejecutar con los rápidos "vieneses".
Posteriormente, los alemanes lo adoptaron con el nombre de Walzer. Esta información se publicó en el periódico La Patrie del 17 de noviembre de 1882, editado en París.
Al margen de los cuestionamientos sobre los orígenes, todos coinciden en que la música de vals es seductora y romántica, pero a la vez llena de brío. El compás musical 3/4, en que el primer tiempo es fuerte, el segundo, débil y el tercero, no tan débil, es increíblemente adecuado al giro. Al impulso del primer tiempo, sigue un giro en suspensión del segundo, que nos hace sentir muy ligeros y, por último, un final de vuelta que nos prepara para el siguiente impulso, sin interrumpir la rotación.